La listeria es una enfermedad infecciosa, potencialmente grave, provocada por una bacteria: Lysteria monocytogenes.

La infección por listeria se adquiere principalmente por ingesta de alimentos contaminados. Los alimentos más frecuentemente contaminados son productos cárnicos precocinados, leche y productos lácteos no pasteurizados.

La incidencia de la infección ha aumentado en los últimos años, pasando en nuestro medio de un 0,2 a un 0,8 por cada 1.000 partos a partir del año 2002. Los síntomas que pueden aparecer al cabo de días o semanas y son parecidos a un cuadro gripal: fiebre, cefaleas, dolores musculares, síntomas digestivos; si bien podría dar sintomatología más grave o ser asintomática.

A la menor sospecha se debe acudir al médico para realizar las pruebas necesarias que confirmen la infección e iniciar tratamiento antibiótico.

La listeria tiene una gran capacidad para infectar al feto a través de la placenta, incluso en embarazadas asintomáticas, pudiendo provocar abortos, muertes fetales o partos prematuros. Los bebés infectados intraúteros pueden presentar al nacer síntomas graves, con sepsis, meningitis y fallecer o quedar con secuelas neurológicas. Algunos desarrollan la sintomatología días o semanas tras el nacimiento.

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